Sin Miedos Ni Cadenas – Una entrevista con Vanesa Pizzuto
Vanesa Pizzuto es una periodista freelance y presentadora de radio. Oriunda de la República Argentina, ella hoy vive en Watford, Inglaterra. Su libro más reciente “Sin Miedos Ni Cadenas” es un devocional para mujeres que se centra en aprender a vivir con libertad y abundancia emocional.
Vanesa, ¿Qué te llevo a escribir este libro?
Yo quería escribir un libro que hablara de quienes somos como mujeres, y no solo de lo que hacemos. Muchas veces los libros y artículos dedicados a las mujeres se centran demasiado en nuestros roles. Nuestros roles como esposas, como madres, como profesionales. Sin embargo, en mi experiencia, esto puede traer acarreada mucha ansiedad e inseguridad. Pero, ¿si no tuviéramos nada que probarle a nadie, como viviríamos? Si nuestro estado civil, nuestra apariencia, nuestra carrera profesional o nuestra habilidad como madres no fuera el barómetro de nuestra autoestima, ¿Cómo viviríamos? ¿Qué clase de sueños nos atreveríamos a soñar? Sin Miedos Ni Cadenas es una invitación a vivir así, con abundancia emocional, reclamando nuestra identidad como hijas legitimas y profundamente amadas por Dios.
¿Cuáles son algunas de esas cadenas que les impiden a las mujeres avanzar?
¡Hay millones de cosas que nos sujetan y quieren impedirnos avanzar! Pero creo que todo se resume a una cuestión de identidad. Uno de los mejores trucos del enemigo es susurrarnos en el oído: “Eres adoptada, y si no te portas bien, te devolverán al orfanato”. Cuando aceptamos esta identidad falsa, cuando viajamos por la vida con este pasaporte falso, malgastamos nuestra energía emocional en probarles a todos que valemos y que somos necesarias. Vivir así no solamente es completamente agotador, sino que también hace que miremos a otras mujeres con sospecha y recelo. Si debemos “ganarnos” nuestro valor, entonces las otras mujeres son contendientes, no aliadas.
Muchas mujeres creen que esta carrera loca por probar nuestro valor terminará cuando lleguemos a la meta. Pensamos que cuando obtengamos ese titulo universitario, cuando nos casemos o cuando tengamos hijos maravillosos, entonces le probaremos a todo el mundo (incluidas a nosotras mismas) nuestro valor. Sin embargo, como en los dibujitos animados, cuando alcanzamos la meta, sedientas y sin aliento, el oasis se desvanece y terminamos lamiendo la arena. La verdad es que no hay nada que probar. El veredicto ya fue declarado: somos las amadas hijas de Dios. Dios nos invita a andar por este sendero de sanidad para liberarnos de las mentiras y las ideas que nos limitan.
¿Cuál fue la mejor y la peor parte del proceso de escribir este libro?
La mejor parte fue darme cuenta que estoy rodeada de una multitud de amigos que me animan y me apoyan. Dios me ha bendecido mucho a través de ellos y de mi familia. Mi mamá, que trabajo como correctora para una casa editora, corrigió mi manuscrito cientos de veces dándome consejos e ideas. Mis hermanas me sugerían anécdotas e historias. Mis amigos también me apoyaron mucho. Uno de ellos, que tiene una pequeña compañía de videos, se ofreció a grabar los videos promocionales, otra amiga se ofreció a tomar fotos, otro a difundir… en fin. La verdad es que, en una sociedad que nos dice (particularmente a las mujeres) que compitamos y empujemos para llegar al frente, esta fue una experiencia muy renovadora. Mi corazón desborda de todo el cariño que recibí. Y la parte más difícil fue sin duda lo mucho que llevó escribir el libro.
¿Cuánto tiempo lleva escribir un devocional como este, para todo el año?
¡Más tiempo de lo que imaginamos! Comencé a escribir este libro en marzo de 2019. Pero no lo hubiera terminado a tiempo si la pandemia del Covid y otras crisis personales no me hubieran obligado a detenerme y andar más despacio. En julio de 2021 me quedé sin trabajo, y me ayudó mucho tener un proyecto en el cual enfocarme. No estoy segura de como hubiera pasado por todos esos meses de ansiedad e incertidumbre sin algo en lo cual enfocarme. Ahora, al mirar atrás, veo como Dios redimió esa temporada en mi vida.
¡Qué fantástica transformación!
¡Si, absolutamente! Pero Dios recicló esa etapa de mi vida sin ignorar, invalidad o avergonzarme por mis emociones. Y esto es algo de lo que hablo en el libro, de la importancia de recuperar el lenguaje y el arte del lamento. Hay más salmos de lamento que salmos de alabanza en la Biblia, ¿lo sabías? Y nadie pensó que el profeta Zacarías o el profeta Habacuc fueran “menos espirituales” por sus oraciones de lamento. Necesitamos generar un espacio de tolerancia y respeto para este tipo de oraciones que son emocionalmente auténticas. Tenemos que dejar de pegarle “curitas” a las heridas profundas de las personas (como los amigos de Job, con estas respuestas sencillas, estos versículos bíblicos que lo “resuelven todo”). En lugar de hacer eso, tenemos que aprender a reír con los que ríen y llorar con los que lloran. Tenemos que aprender a honrar la integridad emocional de las personas que se animan a decirnos como se sienten realidad. Y es justamente a través de este proceso, el proceso del lamento, que podemos sanar.
¿Cuál fue una de las lecciones que aprendiste en el proceso?
¡A soñar a lo grande! A veces le pedimos a Dios un sueño talle ‘S’ y él responde: “No, querida. Necesitas uno ‘XL’ para que aun te quede bien cuando crezcas. Cuando comencé a escribir este libro pensé: “Seria genial que mi libro se publicara en toda Sudamérica”. Creí que ese sueño era lo suficientemente grande. Pero Dios me dio uno talle ‘XL’. Mi libro fue traducido al inglés y al francés, y se consigue en Sudamérica, Norteamérica, las islas del Caribe y hasta Europa. Soñar sueños pequeños no es ser humilde, es permitir que el miedo nos limite. Hay que soñar a lo grande, no podemos pedirle demasiado al Todopoderoso.
¿Entonces si existe la ambición santa, la ambición buena?
Absolutamente. Una de las cosas más importantes, a nivel espiritual, que debemos hacer es descubrir que es lo que queremos, y animarnos a pedírselo a Dios. Antes de sanar al ciego Bartimeo, Jesús le hizo una pregunta que parece redundante: “¿Qué quieres que te haga?” (Marcos 10:51). Si Jesús te preguntara lo mismo hoy, ¿qué le responderías?
Creo que, en lugar pintar nuestra falta de autoconocimiento y autoconciencia con una capa de falsa humildad, Jesús quiere que descubramos y nos hagamos cargo de nuestros sueños. Esto implica desenredarnos y liberarnos de las expectativas ajenas. Esto implica que necesitamos desacelerar lo suficiente como para poder oír nuestros propios pensamientos y respirar profundo. Y significa correr riesgos y cometer errores. Todo esto nos hace sentir fuera de nuestra zona de confort, y nos obliga a reconocer que no podemos controlar la situación. Pero es justamente a través de este proceso, difícil e incómodo, que nuestros corazones, completamente vivos, le traen más gloria a Dios.
No tener idea de lo que queremos, no soñar, vivir con aversión al riesgo… nada de esto es remotamente espiritual. Ser una mujer cristiana (o un hombre) no se trata, fundamentalmente, de vivir una vida segura y práctica. Debemos animarnos a soñar. Dios nos llama a vivir una aventura de fe junto a él. En el camino nos vamos a equivocar, habrá incertidumbre, pero el recorrido vale la pena. Animémonos a soñar. Confiemos en Dios lo suficiente como para pedirle algo que solo él puede hacer.